La figura del productor de cine es, probablemente, una de las más desconocidas y, al mismo tiempo, apasionantes, de las que conforman el complejo engranaje que conlleva la realización de un film. Con La aritmética de la creación. Entrevistas con productores del cine español contemporáneo se ha tratado de indagar en las raíces de esta profesión “en la sombra” para ofrecer, a través de las declaraciones de los productores entrevistados, un variado y heterogéneo mapa de actuación sobre el que ésta se desempeña en nuestra siempre cambiante e inestable industria cinematográfica española actual.
Tomando como base la naturaleza híbrida del cine, dividida entre los elementos puramente industriales y económicos (la aritmética) y los que se relacionan prioritariamente con la base artística (la faceta de la creación), el oficio del productor se ha enfocado aquí como mediador, dividido siempre entre una y otra faceta y situado en la confluencia de ambas, que debe saber conciliar una base económica lo suficientemente firme y estable como para propiciar una respuesta creativa lo más libre y autónoma posible. Según inclinen su actividad hacia un terreno u otro, estarán definiendo, de hecho, no sólo el modus operandi de su empresa, sino también un tipo de cine u otro. Por eso, los productores que conforman este libro, todos en activo en la actualidad, han sido seleccionados tratando de cubrir un abanico lo más amplio y variado posible de entre los diferentes modelos que definen y configuran nuestra poliédrica y rica realidad fílmica. Pertenecientes a diversas generaciones, gustos, intereses y aproximaciones, de un extremo a otro, están los que acumulan una larga trayectoria, pero también los recién llegados, los que se concentran en un cine que busca esencialmente el gusto del público y la recaudación en taquilla, y los más solitarios, arriesgados y outsiders. En las decisiones, las ideas, el instinto o incluso el gusto personal de los protagonistas de este libro se define, en definitiva, gran parte del cine español más reciente y el del futuro próximo. Y, en mayor o menor medida, todos ellos comparten algo: una gran pasión por el cine.
Cuando la década de los noventa toca a su fin, el cortometraje español parece vivir sus mejores días. Este momento de gloria se produce paralelamente al boom de los jóvenes creadores que, con sus largometrajes, parecen haber reconciliado el cine español con la taquilla. El corto ocupa un espacio cultural y mediático jamás imaginado a finales de los ochenta. Los medios financieros aumentan en la misma proporción que mejoran los diseños de producción, cada vez mas profesionalizados y con un excelente acabado técnico, cada vez mas cerca de lo que antes era absolutamente privativo del largometraje. También las carencias en el ámbito de la exhibición, tan acuciantes en la década anterior, parecen atisbar soluciones que ayuden a despejar un horizonte que se mostraba, anos atrás, bastante confuso y poco alentador. La creciente demanda por parte de algunas televisiones y la aparición de nuevos circuitos de difusión, parecen estar sacando del estado de agonía en el que se encontraba, por falta de apoyo, el cortometraje al inicio de la década. No parecería aventurado afirmar, por todo ello, que la de los noventa es la década prodigiosa del cortometraje español.
Otra cuestión es dilucidar si el espectacular crecimiento de la calidad industrial de los trabajos y la elevación constante de las cifras de producción, se corresponden con los logros obtenidos en el territorio artístico y creativo. Y si las nuevas perspectivas en el ámbito de la exhibición, no son mas que una pompa de jabón, un espejismo que puede desaparecer en cualquier momento, ante la endeblez de las estructuras que sustentan el formato.
Bajo estas premisas, cabía plantearse: ¿La de los noventa es realmente una década prodigiosa?