"La expedición tras las huellas del dinosaurio acaba proporcionando mas información sobre la obra que sobre el director, lo que permite conocer mejor a las imágenes que a su creador. Finalmente, el autor y sus películas se desvelan como un robusto y frondoso árbol, cuyas ramas son alimentadas por la misma sabia que hace vivir al tronco y que a este les hace llegar. Esa sangre vivificadora invade los fotogramas que nutren al celuloide, y este -a su vez- abre la puerta a un universo poético sorprendido en plena ebullición, seducido por los mitos literarios, aficionado a dialogar con los espíritus inteligentes, siempre reflexivo y promiscuo en su incesante fabulación.
El reto consistía en acercarse a un cineasta fuera de norma, que gusta de coquetear e incluso de cometer adulterio con la literatura (lo quizas es al reves?), que flirtea con naturalidad en compañía de Ditirambo y Rocabruno, de Lord Byron y Mary Shelley, de Frankenstein y de Don Juan. La cacería de este dinosaurio rebelde y no domesticable, casi una especie en extinción, era una empresa imposible, previsiblemente accidentada y llena de peligros, pero el empeño merecía tanto la pena, que ninguna merluza, congelada o sin congelar, podría llegar nunca a sustituir el verdadero placer al que nos invitan los trofeos cinegéticos exhibidos aquí a la vuelta, en las vitrinas de las páginas que siguen."
Extracto del artículo de Carlos F. Heredero para el libro, titulado "El dinosaurio y las merluzas".